Construyendo Un Altar Para Dios

orando¿Por qué me cuesta orar?

            Esta es la pregunta clave que todos nos hacemos diariamente, más comúnmente cuando pasamos por problemas y no sabemos qué hacer, y es ahí cuando alguien nos dice: ¡ora a Dios! Pero siempre se nos olvida, o pensamos que no tenemos las fuerzas para orar, o por general, nos aburrimos mientras oramos y nos distraemos fácilmente. Pues no te vengo a decir cómo debes orar, ni mucho menos lo que debes orar, simplemente te diré por qué te cuesta orar. Y te lo digo porque seguramente a mí me pasó lo mismo que a ti, y te diré como entendí unos pequeños detalles que cambiaron mi vida de oración.

            La oración es vital y muy importante. Un cristiano que no ora, fácilmente le coloca las comillas a su apodo de “cristiano”. La oración es un deleite, una forma de liberarse del afán, de las tensiones diarias, del estrés y, sobre todo, es para hablar y escuchar a Dios. Entonces, si orar es lo mejor que puede hacer el ser humano, ¿por qué cuesta iniciar una oración?, ¿o por qué nos distraemos fácilmente?, no le eche la culpa a satanás tan pronto, posiblemente él esté en Dinamarca mientras a usted le cuesta orar; pero igual le echa la culpa a él. Son detalles que ignoramos diariamente que obstaculizan un conversar con Dios.

            Estos detalles se ven claramente en el libro del profeta Hageo, que llevado a nivel espiritual y personal pueden cambiar nuestra vida de oración. Pero antes de empezar a desglosar este corto libro, primero entremos en contexto y entendamos las referencias históricas de aquel tiempo y poco a poco lo adaptamos a nuestro estado espiritual actual.

EXILIOUn poco de historia

            El libro de Hageo trata sobre los problemas que enfrentó el pueblo de Judá, al volver del cautiverio babilónico en 539 a.C. Mantiene estrecha relación con Zacarías 1-8 y Esdras 1-6. Hageo y Zacarías ministraron luego del retorno del exilio, cuando había gran interés en reedificar el templo. Sin embargo, Hageo critica severamente la pérdida de entusiasmo en la reconstrucción debido a las dificultades que los judíos enfrentaron al empezar a reedificar (Esdras 1-6).

            Al volver del exilio, comenzaron a reedificar el templo en 538 a.C. pero, el intento fue frustrado por la oposición local (Esdras 3:1-4:5). Por eso la tarea continuaba sin terminar, dieciséis años después, al inicio del reinado del rey Darío en 522 a.C.

            El 29 de agosto del 520 a.C. (cinco años antes que el segundo templo fuera terminado), el profeta Hageo recibió palabra del Señor en su primer mensaje llamando a los líderes a reedificar el templo. El problema era que la casa de Dios estaba en ruinas, mientras todos estaban ocupados en construir sus propias casas.

(Texto extraído del TcD es VV, mes Junio, 2013. Introducción Bíblica, página 18).

            ¿Para qué les escribo esta historia?, pues como verán, así estamos nosotros (a los que nos cuesta orar, y sentimos que buscar a Dios es la tarea más difícil). Si estás en la disposición de buscar el rostro de Dios en medio de la oración, entonces estás “volviendo del exilio espiritual”, pero no sabes que hacer, entonces, con tu permiso, me tomo el atrevimiento de ser una especie de profeta Hageo para mostrarte unos detalles en tu vida (y en la mía también) que cambiarán tu forma de ver las cosas.

            El libro de Hageo, se puede dividir en cuatro secciones. La primera es una exhortación a reedificar el templo, la segunda son palabras de aliento a los líderes, la tercera es una advertencia contra las ofrendas inmundas y por último trata sobre la promesa mesiánica. En este escrito me enfocaré en la primera y la tercera, vitales para nuestra vida de oración.

Testimonio-del-Templo-del-Salomón-580x342Entre la casa y el templo

“¿Y acaso para ustedes si es tiempo de vivir en casas lujosas, mientras que mi templo está en ruinas? Yo, el Señor Todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta.

Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no se sienten satisfechos; beben, pero se quedan con sed; se abrigan, pero no entran en calor; y el que trabaja a jornal recibe su salario en saco roto.” (Hageo 1:4-6. TLA).

            La pregunta inicial de estos versículos, trata de dos puntos a tratar: la casa y el templo (o nuestra casa y la casa de Dios). Dios hace una diferencia entre nuestra “lujosa casa” y su “templo en ruinas”. La casa, alberga y se ocupa de lo físico y terrenal, pero en el templo se mueve lo espiritual. La oración es espiritual no algo físico, así que Dios hace una muy buena distinción entre lo físico y lo espiritual con esa pregunta. Recuerda que no estás leyendo esto para que yo te diga lo que tienes que orar cada día, sino para sepas el por qué te cuesta orar, y ya casi estamos llegando.

Ya tenemos claro algo, la oración es espiritual y no físico, por lo tanto los problemas para orar no se encuentran fuera de nosotros, sino dentro de nosotros. La casa es donde nosotros moramos, donde nuestra personalidad nace y crece, pero el templo (o la casa de Dios) es donde Dios mora. Así que, te diré algo: tu casa está bien, tiene lujos y es cómoda; pero tu templo, destinado a Dios, está en ruinas. El reflejo de un templo en ruinas es la falta de oración y búsqueda de Dios. Lo de afuera no afecta lo interior, a no ser que tenga prioridad en nosotros.

Hay algo que está pasando en nuestra vida, tal cual como se ve en el verso 6. Para resumir ese verso: “cosechamos menos de lo que sembramos, o recibimos menos de lo que damos”. En nuestra vida, tratamos de orar, nos esforzamos por buscar de Dios, pero lo que sentimos o recibimos de Él es menos de lo que esperamos, en relación al esfuerzo que hicimos. Eso agota al pasar el tiempo, y Dios lo sabe.

Ya entendimos que nuestra prioridad es el templo espiritual que hay en nosotros, y que la oración es espiritual por lo que tiene que ver con el templo y no con nuestra casa, pero dejemos este tema en pausa (“stand by”)  y hablemos de otro, sobre las ofrendas que como cristianos le damos a Dios, después les diré porque.

handsUna ofrenda a Dios

“Supongamos que un hombre lleva carne consagrada (santificada) envuelta en su capa, y que el borde de la capa toca pan, guiso, vino, aceite o cualquier otra comida: ¿quedará por eso consagrada la comida? Los sacerdotes contestaron que no.

Entonces Hageo continuó: Pero supongamos que alguien, que ha quedado impuro por haber tocado un cadáver, va y toca también cualquiera de estas cosas: ¿acaso ellas no quedarán impuras? Los sacerdotes contestaron que sí.

Entonces dijo Hageo: El Señor lo afirma: Lo mismo pasa con esta gente: todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen es impuro” (Hageo 2:12-14. TLA, paréntesis agregado).

            El ejemplo es algo sencillo de entender. Alguien que tiene algo santificado envuelto toca otras cosas, y éstas no se santifican por el simple hecho de ser tocadas por lo que envuelve lo que sí está santificado. Alguien que ha tocado en cadáver ha quedado impuro, y toca estas mismas cosas, y éstas quedan impuras, por el simple hecho de ser tocadas. ¿Y que tiene eso que ver con nuestra vida de oración?, pues tiene que ver, y en TODO, pero vamos con calma y primero aclaremos unos puntos antes de continuar.

            Una ofrenda es todo aquello que le damos a Dios. Ahora bien, ¿qué ofrendas le damos a Dios?, es simple, para resumir todas las actividades que hacemos para Dios, éstas se resumen en dos: el servicio para Dios y la comunión con Él.

            El servicio abarca el aspecto de la obediencia. Para nosotros los músicos, tocar un domingo es nuestro servicio a Dios, para un predicador, hablar de Dios en una congregación es su servicio a Dios, para los que trabajan como protocolo en una iglesia, su trabajo al saludar a las personas, ubicarlas en sus puestos es su servicio a Dios. Evangelizar, llevar el mensaje de Jesús a los demás, es nuestro servicio a Dios como cristianos, en fin un acto de obediencia. Todo ese tipo de cosas, implican obediencia a Dios y al hacerlo lo hacemos como ofrenda.

            La segunda ofrenda (y es ésta, en la que nos vamos a enfocar) trata de la comunión con Dios. Ésta abarca la búsqueda de conocimientos, la lectura de la palabra del Señor, la confianza en Dios, y sobre todo, la oración. Bien sabemos que orar significa conversar con Dios, y el conversar implica hablar y escuchar. Hablamos con Dios cuando le decimos nuestros problemas, nuestras angustias o le pedimos nuestros deseos, y le escuchamos cuando leemos su palabra en la biblia e inclusive mientras hablamos con Él también. Buscamos conocimientos al ir los domingos a aprender de Dios, también cuando leemos la palabra, y poco a poco nuestra confianza en Dios va aumentando porque lo conocemos mejor; pero la situación se vuelve difícil cuando empezamos a orar.

            Nos dicen que cuando oramos grandes cosas suceden, que en la oración está el cambio de nuestra vida, ¡en la oración hay poder!, Dios obra en medio de la oración, entre otras buenas frases, pero… el punto es que nosotros no lo sentimos así ¿verdad?, ¿y por qué? La clave está en entender la ofrenda pura o impura que damos.

Pero también hay otro detalle, aparte de la ofrenda, pues también debemos tomar en cuenta el lugar donde le damos esa ofrenda a Dios, y es ahí donde volvemos con el tema de nuestro templo para Dios.

praying_man_at_altarLa ofrenda y el templo

            En el antiguo testamento, el templo fue creado para Dios. Es una estructura dedicada, única y exclusivamente, para albergar el arca del pacto y así hacer que Dios descendiese y su presencia se pudiera sentir. Es decir, el lugar en la tierra donde Dios se siente. Ahora bien, cuando Jesús muere en la cruz, el velo del templo fue rasgado de arriba hacia abajo, como señal de que fue Dios quien permite que podamos entrar a su presencia sin que una estructura física lo limite, es decir, cambia el templo físico por un templo espiritual. Dios cambia los bloques y habitaciones del templo, por la vida y el corazón de las personas que le buscan. En fin, el que se haya roto el velo del templo nos brinda la seguridad de que nosotros somos templo y morada del Espíritu Santo, no unas paredes y un techo.

            Ya entendimos algo, nosotros somos ese templo del que hemos venido hablando, pero ¿qué tiene un templo que no tenga una casa común?, si al fin y al cabo, ambas tienen puertas, paredes, techo y habitaciones. Hay algo muy preciso que tiene un templo a diferencia de una casa, y es que el templo posee un altar.

            El altar es el lugar (una mesa, una pequeña tabla o roca, sostenida por pilares de baja altura) donde se hacen ofrendas o sacrificios. Ya vamos poco a poco llegando al tema que queremos saber. Si bien ya no hablamos de un punto físico sino de uno espiritual, ¿cómo es ese altar espiritual? Antes de seguir hablando del altar, volvamos ahora al asunto de las ofrendas.

            Por dos razones nos cuesta orar, una tiene que ver con las ofrendas y la otra con nuestro templo. En cuanto a la primera, sabemos que la comunión con Dios y el servicio para Él son las ofrendas que le damos, y es esa misma razón por la cual nos cuesta orar. Te diré el por qué. ¿Recuerdas la historia de la carne santificada que toca los alimentos, y el hombre que ha tocado un cadáver?, pues ahí se encuentra una verdad. Pues Dios dice: “todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen es impuro”. Vamos a llevarlo a nivel espiritual: “toda la oración que hacemos a Dios es impura, y es impura porque ha tocado un cadáver”. ¿Y cuál es ese cadáver? Simple, la falta de valor, el desagradecimiento y el desinterés. Sí, esas cosas son cadáveres espirituales que afectan nuestra ofrenda a Dios.

            Verás, te diré algo un poco duro pero cierto. Tu oración no es contestada porque es impura para ser como ofrenda a Dios, y es porque has tocado varios cadáveres antes de entregar tu oración. El primero, la falta de valor. Cuando tu mamá, o tu papa, te levanta de temprano para que vayas al colegio, y dices: “otra vez vienen mis padres a fastidiarme la vida” (o algo parecido) y luego haces una oración por ellos, para que les vaya bien, ésa es una oración hipócrita. Dios no va a bendecir esa oración, no porque Él no quiera, sino porque tú no quieres que sea bendecida tu familia. Si te fastidia el trabajo que tienes, y hasta odias estar ahí, o no valoras a tu jefe, tus oraciones por ese trabajo no serán escuchadas, porque a ti no te interesa que Dios te bendiga, tu actitud ante las cosas afecta el valor que le das a esas cosas.

            Si eres de los que bota basura a la calle, o no respeta las señales de tránsito, no ores por tu país, porque Dios no va a escuchar una oración impura, cuando no valoras tu propio país. Pocos de los que están leyendo esto han estado al borde de la muerte, o que algún familiar suyo haya estado al borde de la muerte, y es por eso que no sabemos valorar nuestra propia vida o la vida de otros. Oramos para que nos vaya bien, y al despertar lo primero que sentimos es fastidio, desánimo y casi que maldecimos el día con buenas palabras, pues no ores para que te vaya bien, pues desde que despertaste no te interesó ese día.

            Estoy seguro que antes de que leyeras esto, has buscado ayuda con líderes, pastores, etc., sobre cómo puedo orar. Y les han dicho que empiecen por darle las “gracias a Dios”. Excelente consejo pero ¡Ahí está el detalle de nuestra oración!, no es que le demos gracias a Dios, sino que nos sintamos agradecido con Dios. Si no valoramos lo que tenemos, ¿cómo le voy a dar gracias a Dios, si no me importa lo que tengo?

            ¿Por qué nos cuesta orar?, porque no le hemos dado el valor correspondiente a lo que nos rodea, y lo primero que tenemos que entender es que hemos llegado aquí a la tierra sin nada, y con nada nos iremos también; así que todo lo que tenemos es porque Dios quiso que lo tengamos, aprendamos entonces a darle el valor a todo. No ores por tus padres, si cuando estás con tus amigos eres el chistosito, el cómico, o el elocuente del grupo; pero cuando sales con tus padres eres totalmente diferente e indiferente con ellos, pues no te interesa estar con tus padres, sino con tus amigos. ¿Cómo tratas a tus amigos y como tratas a tus abuelos? ¿Alguna vez ha valorado el aire que respiras?, pues los que han estado a punto de morir ahogados ellos sí lo valoran y mucho. ¿Alguna vez ha valorado el trabajo que tienes?, pues hay mucha gente sin trabajo, rogando a Dios por uno, que si valoran lo que es tener un trabajo. ¿Alguna vez ha valorado a su familia?, pues hay prostitutas que si valoran lo que es tener una familia, y no estar en ese mundo. ¿Alguna vez ha valorado el haber conocido a Dios, y estar a su servicio?, pues el fin de los tiempos mucha, pero mucha, gente empezará a valorar estar con Dios.

            A los que somos músicos en la iglesia. No nos interesa estar allá en el altar tocando. Nos encanta tocar, pero no nos interesa espiritualmente. Por eso es que muchas veces no se siente la presencia de Dios, porque si entendemos que como grupo musical, en unanimidad de espíritu, hacemos que las personas sientan a Dios, ahí le daremos importancia y valor a lo que hacemos los domingos. Hay personas que no sabemos de dónde vienen o qué cosas les han estado pasando, si sus hijos le dijeron que los odian, o si han perdido su trabajo, o entre otras cosas que lo más seguro no se comparen con las nuestras; y no las dicen por pena o por otras razones, pues ellas vienen un domingo con la esperanza de poder sentir a Dios y estar seguros de que Dios está con ellos. Ese domingo nos mirarán con sus ojos espirituales y nos pedirán que le ayudemos a sentir a Dios, y mi pregunta es ¿esa vida te interesa, o estás allí solo para tocar?

            Por eso Dios dice que sembramos mucho, pero cosechamos poco. Que lo que ganamos por el trabajo lo colocamos en saco roto. Nos esforzamos por completar un tiempo de oración, como si Dios tuviera un reloj y mirara cuanto tiempo has orado. De nada te vale orar mucho, si lo que te importa es poco. ¿Quieres un cambio para tu familia?, primero piensa ¿te interesa tu familia? Si te aburre ir a la iglesia, ¿por qué oras por tu iglesia?

            Ya sabemos una parte del por qué nos cuesta orar, pero ahora viene otro aspecto. Sabemos que la oración es una ofrenda a Dios, y las ofrendas se hacen en un altar. El altar está en un templo, y nosotros somos un templo para Dios ¿o sólo somos una casa? De ahí viene otras preguntas, ¿somos una casa o somos un templo?, para que seamos un templo tenemos que consagrar nuestra vida para que la presencia de Dios se sienta y crear un altar para que nuestra ofrenda sea llevada a Dios.

            Para que seamos un templo, necesitamos construir un altar para Dios. Al crear ese altar, seremos inmediatamente un templo y podremos dar nuestra ofrenda como debe ser. Ese altar, lo debemos construir y debe ser duradero y siempre estar disponible para cualquier ofrenda. Tres cosas son permanentes, el amor, la fe y la esperanza. Pablo lo denota muy bien, y resalta que el más importante de todos es el amor. Ése es nuestro altar de tres pilares, donde colocamos nuestra oración. Una oración (ofrenda) en el altar del amor, la fe, y la esperanza.

            Si es un altar para Dios, nuestro amor debe ser para Dios, nuestra fe para Dios y nuestra esperanza es para Dios. Si realmente somos un templo para Dios, estas tres cosas deben formar parte de nosotros, de la estructura de ese altar en nuestra vida. En el templo Dios descendía en el antiguo testamento. Dios es amor, si sentimos amor por todo lo que hacemos y pensamos, es entonces cuando Dios desciende y nuestra ofrenda será pura para Él.

            No te diré lo que tienes que hacer o lo que debes orar a Dios, pero ya sabes por qué te costaba orar y ahora cada vez que vayas a orar asegúrate de que no toque un cadáver y de tener disponible ese altar para Dios.

            Cuando te aseguras de que tu ofrenda es pura, y en tu altar hay amor, fe y esperanza; no hay nada que interrumpa tu oración. Como te dije, lo de afuera no afecta lo espiritual a no ser que tu prioridad sea lo de afuera. Y la oración es espiritual, no un acto físico. Cuando oras lo más seguro es que te distraigas, pero recuerda lo que te dije, lo de afuera no afecta lo interior. El teléfono no te distrae en tu oración, el televisor no te distrae en tu oración, el “Facebook” no te distrae de orar; somos nosotros los que nos distraemos con esas cosas, porque le damos más importancia.

            Cuando la palabra del Señor dice que cerrada la puerta de tu aposento ora a Dios, hace referencia a separar lo de afuera con lo interno. Que lo físico no interrumpa lo espiritual. Hay cosas físicas que le damos importancia, como el desinterés, la falta de valor y el desagradecimiento que hacen impuras nuestras ofrendas a Dios, pero si le cerramos esa puerta a lo físico, nuestra ofrenda será pura y agradable a Dios.

            Y no confundas una oración no contestada, con una oración impura. Si Dios no te ha contestado es porque no es el tiempo. Para saber si es impura o hay que esperar la respuesta, es lo que nos define como verdaderos adoradores que le buscan en espíritu y verdad, busquemos conocer de Dios para saber si lo que hacemos es la voluntad de Dios.

orarPara terminar

            No dejes de orar. Todos nacimos con el talento y el don para orar (si es que existe un don para eso). Dios nos creó con la necesidad de buscarlo a Él, y por medio de la oración es que existe una comunicación mucho más directa. Si Dios nos creó para buscarlo, es de esperar que hayamos nacido con el talento para orar, para así buscar de Dios. Todos podemos orar como nuestro pastor o líder, pero ahora ya sabes por qué nos cuesta orar. Hay otros aspectos de la oración como la intercesión, reprender demonios en la oración, la sanidad en medio de la oración que poco a poco vamos a ir aprendiendo a medida que buscamos de Dios; pero la oración personal es el comienzo de toda una vida consagrada para Dios.